Desperté esa mañana de invierno
sintiendo el alma más adormecida que de costumbre y mientras la humedad
consumía mis huesos, la desesperanza roía mi espíritu, solo llegaban a mi
memoria ráfagas de aquellos efímeros días de libertad, donde pude respirar y
correr sin ataduras ni laceraciones a mi persona.
Dos condiciones sellaron mi destino,
de la primera, no quiero aún hablar, porque seguramente les causaría
desasosiego, como casi a todos aquellos a quien tuve la infortuna de conocer.
Prefiero, que me den la oportunidad de acercarme como india mexicana, nacida en
el seno de una tribu de nativos americanos llamados “Root Digger”, indios
“buscadores de raíces”.
Vivíamos en la sierra de Sinaloa, zona occidental de México, por allá de 1834, mi figura siempre fue menuda, medí menos que los demás, para ser precisa 1.37m.
Mi
madre, mujer india a quien solían llamar Espinosa y de quien desafortunadamente
no tengo muchos recuerdos; se dice que se separó de su tribu y cuando todo el
mundo pensó que había muerto, fue encontrada por unos vaqueros, llevándome de
la mano, no sé que la orilló a decir que yo no era su hija, bueno, tal vez así
fue, yo tenía 2 años y no entendía nada al respecto, pero aseguran que su
relato refiere el haber sido capturada y encerrada en una cueva por un grupo de
indios hostiles, en una zona llena de osos.
Cuando
mi madre tiempo después se casó, recibí el nombre que hasta ahora pesa sobre mí. No puedo quejarme de esa etapa de mi vida, puesto
que como todo niño tuve la fortuna de hacer del cielo y de la tierra mi lugar
de ensueño, ¡ah¡ la fragancia de los amaneceres…
Pero
como no todo es eterno y mi mal tino me seguía, años más tarde, quede huérfana
y no tuve más remedio que integrarme a una familia, por cierto, no cualquiera,
puesto que llegué a casa de Don Pedro Sánchez, gobernador del Estado de
Sinaloa, ahí, trabajé de sirvienta durante años hasta que en abril de 1854 tomé
una decisión largamente pensada en aquellas noches de insomnio, volver a
mi tierra natal, aquella de recuerdos
apacibles.
¡Oh¡
Si las decisiones pudiesen volver.., pero no, no, de todas formas creo que me
hubiese ido.
No
había alcanzado a poner un pie en mi tierra cuando aquella caravana de hombres,
carretas y animales me salieron al paso. El circo acababa de emprender la
marcha hacia nuevos horizontes, sí, hacia allá, donde tus ojos no distinguen
más y donde prácticamente podrías apostar que no volverás a dejar huella.
A
los 20 años me hice de la familia circense, recorrimos gran parte de E.U. e
incluso de Europa.
Mi
primera función como fenómeno de circo se celebró en 1854, en el Gothic Hall de
Nueva York. Los espectaculares me anunciaban como una “especia distinta”.
Seguramente
a estas alturas de mi relato, ya sabrán que alguna “cualidad” debía tener para
ser requerida en tan apreciado espectáculo familiar. Y bueno, me corresponde
hablar de mi primera condición –antes de india- , soy mujer, a pesar de tan
lastimeras miradas que me desnudaban e hicieran levantar mis ojos al cielo en
busca de respuestas.
Soy
Julia Pastrana, tuve un “mal”, que
ahora sé, lo han etiquetado como hipertricosis terminal o “síndrome del
hombre lobo", por éste, mi cuerpo se vio desfigurado, mitad hombre, mitad
bestia porque el espeso pelaje negro me cubría y negaba a gritos mi sexo. Mis
orejas y la nariz sobresalían de su lugar por ser extremadamente grandes y mis
dientes eran totalmente irregulares.
Pensé
que cerrar mis ojos a tan despreciable realidad bastaría para descansar, pero
no fue así, mi cuerpo fue cuidadosamente preparado para seguir recibiendo
miradas lastimosas e inquisitivas.
¡Cuanta
dignidad humana herida, cuanto rechazo asido como una segunda piel!
Sé
de la lucha incansable por rescatar mis restos, ahora… vuelvo a mi ansiada
libertad, como aquella conocida y efímera de mi dulce rincón natal.
Gracias
gobierno de Sinaloa, descanso en paz
Hola Maria Aurora
ResponderEliminarInteresante, me atrapaste y tuve que dar una segunda lectura. En la primera no habia captado el mensaje.
La segunda me hizo reir por mi ignorancia como lector. La confusion un poco esta cuando dices mujer y me llevo de la mano.
Buen trabajo!
Me gustó mucho, pero mucho!
ResponderEliminarHola, me gustó tu texto, mi sugerencia es que al momento que hablas del circo, siento que se corta un poco del texto, pienso que debes meter otro párrafo en donde se a introducción para hablar de cuando se fue al circo. Saludos
ResponderEliminarMe encantó, la narración es cargo de un fantasma cierto?
ResponderEliminarSólo un detalle: la narración de inicio me confunde para los acontecimientos siguientes.
Mi querida Auro, me encantó tu pseudónimo: Mara quiere decir "la amarga" y justo eso lograste con la narración que nos compartes. Los recursos que utilizas son muy buenos como el de las letras cursivas del final, que muestran ironía y sarcasmo. Nomás una cosilla de fomato: las sangrias francesas o españolas se usan para escritos académicos o formales. Por otra parte, también sugiero que tomes en cuenta que los espacios en blanco representan un cambio de escena o de tiempo en la historia.
ResponderEliminarAbrazos y seguimos en pie de lectura y escritura, jeje.
Conrado, tus comentarios me son muy útiles aun cuando no me los haces a mi directamente. Gracias!!
EliminarHola María!
ResponderEliminarMe gustó mucho el ritmo de la narración, desde el principio quedé enganchada con la historia. Con frases como ésta: “Dos condiciones sellaron mi destino, de la primera, no quiero aún hablar, porque seguramente les causaría desasosiego…” cómo no atrapara al lector.
Felicidades a la autora por animarse a escribir un texto difícil, harto difícil. Ahí está el primer logro. Lo demás, ni modo, no se logra y hay que volver a escribirlo.
ResponderEliminarLo más problemático al escribir un texto cuya acción sucede en otra época es el lenguaje. Y se tiene que conseguir un lenguaje verosímil, acorde a la época y al lugar (o, hacer lo contrario, si ya es fantasma, podría narrar desde ahora, desde su vitrina, desde lo que ve y cómo lo ve). Aquí, por desgracia, el lenguaje de época no se logra.
Aunado a lo anterior, los juicios de valor sociológicos están mezclados: a veces son de la personaje, a veces de la autora, a veces sí parecen del siglo XIX, pero en otras son del XXI.
Por ejemplo, la aclaración del pueblo al que pertenece la personaje: ¿es tribu?, ¿es otra especie?, ¿es "mexicana"?, ¿es "americana" (en el s. XIX "americano" no era exclusivo de EE.UU. --por cierto, en español, así debe escribirse la abreviatura de Estados Unidos)?, ¿no tiene una forma de designarse a sí misma (p.e.- los tarascos no son tarascos para ellos mismos)?, etc...
Hola!
ResponderEliminarLa narración me parece buena. Yo ya había escuchado la historia de Julia Pastrana la cual me parece muy polémica.
En general creo que tu escrito logra la atención del lector, sin embargo hay algunos detalles que lo podrían mejorar.
Das algunos datos que encuentras en la noticia, pero en tu texto quedan raros. Por ejemplo: describes la situación de como nació incluyendo su altura (1.37) pero eso fue su estatura de adulto ¿no? yo pondría, "lo más que llegue a medir fue 1.37".
Como lo comenta el profesor, habría que investigar como se llaman a si mismos esos indios, puede ser que el nombre no sea el mismo.
En el cuarto párrafo me parece que queda raro lo de los vaqueros y la cueva de osos ya que parece que esa es la justificación a que decidiera decir que no era su hija.
Después dices que decide regresar a su tierra natal por los recuerdos que tiene pero a mi no me queda claro realmente donde vivió, al principio la madre no esta con la tribu, entonces ella no creció ahí, luego se casa pero no sabemos en donde y la niña es pequeña ¿que recuerdos tiene realmente y de que tierra?
Creo que basicamente por lo datos expuestos no parece una narración que daría la persona en cuestión. Quedaría mejro si lo cuenta un testigo. Si prefieres mantener este tipo de narración se debería enfocar más en el sentimiento.
Saludos