De ti aprendí…
Por Naila.
A pesar de no haber convivido
contigo, conocerte poco y ser una persona ajena a mi vida, he aprendido de
ti, y por supuesto que no ha sido de tu
presencia porque ni eso has podido darme. Por lo tanto menos amor, cariño,
protección, tus deberes de padre. Pero como bien se sabe, el cariño y amor son
producto de la convivencia diaria. Es por ello y hasta ahora entiendo el por
qué no me quieres. No puedes querer a quien no conoces, de quien has huido, con
quien nos has convivido, aunque sea tu hija, de hecho tu primer hija.
No obstante, me has
enseñado. Todo en la vida tiene un aprendizaje. Y por ello he aprendido mucho
de ti, de tu ausencia. He aprendido que un hijo jamás se niega y menos cariño,
amor, porque el mejor regalo que una persona puede recibir en la vida, es ser
padre o madre. Los hijos son el milagro más
concreto de Dios, de la vida, después de la vida misma, lo más valioso es tener un hijo.
Aprendí que nadie es
indispensable en la vida, que todos valemos por lo que hacemos y también por lo
que dejamos de hacer. Aprendí a disfrutar la vida, a cada instante, que si un
padre te abandona, no por ello se acaba el mundo, como contra parte conocemos
personas bellas en nuestro camino, sobre todo cuando las que deben estar no lo
están. Aprendí a salir adelante y amarme sola.
Con tu ausencia supe que la
orfandad se puede vivir aunque tu padre esté vivo. Aprendí que lo que damos por
sentado y por un hecho no siempre lo tenemos, como el amor de los padres a sus
hijos. Aprendí que la fuerza debe salir de lo más profundo de nuestro ser para salir y brincar todos los obstáculos
que se presentan en la vida. Aprendí que por el hecho que un hombre no quiera a
sus hijos, no quiere decir que todos son así,
hay hombres que dan la vida por sus hijos, los aman.
También aprendí que hay que
perdonar a quien sea, a pesar de todo el daño que te haya causado. Y por ello
sólo me queda agradecerte el ser un instrumento de Dios para poder gozar de la
vida, de mi vida.
De ti aprendí que por mucho
que escondamos algo, tarde o temprano sale a relucir. A veces, pueden pasar 41
años, por ejemplo.
Aprendí que entre más huimos
de lo que no queremos, más presente lo tenemos. De ti aprendí que la vida no
espera, no perdona y ante los errores cometidos la mejor opción es tratar de
enmendarlos, de lo contrario la conciencia no te deja dormir tranquilo, ni
vivir en paz.
Aprendí que la apariencia
física, lo exterior no sirve de nada, o de muy poco, lo importante lo más
valioso es lo que tenemos adentro,
nuestros sentimientos, emociones, los valores que nos mueven a cada
minuto, hora y día para ir construyendo la persona que somos, el ser humano que
queremos ser.
Tuviste la gran fortuna de
ser un instrumento para generar vida, eso fue un regalo de Dios, una bendición pero tú decidiste no
querer a tus hijos y además
los niegas. Como bien me lo dijiste cuando nos reencontramos, nos
sepultaste vivos, para ti nosotros representamos un pasado olvidado, enterrado.
Sólo te recuerdo que aunque para ti estamos “muertos”, estamos vivos, hicimos
nuestras vidas, tenemos una familia, tú tienes nietas y nietos, acá estamos con
tu rechazo a cuestas. Después de conocerte, reflexiono y me pregunto ¿Qué hay
dentro de ti? ¿Cuáles son tus valores? ¿De qué estás hecho?
Pero yo no soy quien
debe juzgarte, ese no es mi papel, a mí
sólo me corresponde, dar las gracias. Por lo tanto agradezco a Dios, a la
naturaleza y a ti, porque yo soy
producto de esa bendición. Y por ello sólo me queda decir muchas gracias por ser un
instrumento de Dios para que pudiera llegar al mundo y gozar de la vida, de mi
vida, de lo hermosa que es la vida, pese a todo.
Te honraré en mi alma y corazón toda mi vida, porque sin lugar a
ninguna duda… hay personas que siempre permanecerán en nuestro corazón más no
en nuestras vidas.