No me puedo cambiar de casa. No
tengo dinero. Ni siquiera puedo intentar moverme de cuarto. Yo sólo tengo este agujero
por donde veo pasar la vida de los demás, la mía está encerrada entre estás
paredes cubiertas de humedad. Hoy es domingo, qué se supone que hace alguien
como yo en domingo. El agujero está ahí, inmóvil, vibrante, me espera, lo veo
entre estas cobijas en las que mi lánguido cuerpo se pierde.
Han pasado
sólo tres minutos desde el matinal grito de mi madre diciendo: “!¿Ya estás
despierto?!”, y lo único que deseo es desaparecer, evitar vivir en domingo. Es
un día asfixiante. Las cobijas me oprimen, no quiero levantarme, no tiene sentido
hacerlo ¿para qué?; ya tengo dictado en mi cabeza el resto del día: las voces,
los sonidos, los olores, las imágenes, los números… todo aturdiendo cada
segundo. Mi único paliativo para sobrellevar el día es mi agujero, mi íntimo
acompañante.
Las ocho en
punto, el segundo grito: “Ya levántate, el desayuno está listo”. Como una
máquina que ha sido encendida puntualmente, me levantó, siempre del lado
derecho no vaya a tener un mal día. No
sé por qué insiste en preparar el desayuno, nadie lo va a comer, siempre es
así. Me dispongo a caminar los seis pasos que me llevarán hacia la vida, la de
los otros, la mía está aquí paralizada, tomando
un respiro, descansando de los
seis días ya transcurridos.
Por fin
estoy en el umbral de la vida, mi mentón reposa entre setenta centímetros y mi
mente se prepara para ver la función del día. Cuatro, tres, dos, uno… inicia la
película tantas veces vista. Primero, el inventario: diecisiete antenas, ocho
árboles, cuatro postes, dos alcantarillas, once casas, dos semáforos, cuatro
esquinas, una tienda, un perro y cero peatones. Todo perfecto, cuadrado. Son
casi las nueve de la mañana, en pocos minutos la señora Clara, la vieja
catequista, enfundada en su pálido vestido gris cruzará la calle y se perderá como
si fuera una sombra, nadie la notará, sólo yo, escondido tras el cristal vigilaré
durante catorce segundos cómo su figura se disuelve lentamente. Veo el reloj
que está junto a los libros contables, han pasado veintisiete minutos desde la
desaparición de la catequista, y el asqueroso olor a café barato prevalece, me
hace recordar las mañanas en mi cubículo.
El último
grito del día, esta vez sería un ¿“ya me voy” o un “ya llegaron”?, qué más da,
los domingos nada importa, pienso esto mientras transcurren los veintiséis segundos
del rojo del semáforo de la esquina. Odio el color rojo, en la oficina sólo hay
números rojos, latentes, pulsantes. El rojo lo detiene todo, en la calle la fila
de autos se acumula, uno después del otro, como los días. Ya no recuerdo
cuántas veces he visto cambiar de color el semáforo, pero han sido las
suficientes como para saber que el rojo ejerce su poder paralizante 1 440 veces
al día e interrumpe el girar de las llantas durante 37 440 segundos del día.
Son casi las diez, la cortina de la tienda está a
punto de ser levantada por Fernando, un tipo que no posee gracia alguna; nunca
he podido entender por qué tiene un negocio, no sabe sumar, ni restar, siempre
se auxilia de una vieja calculadora llena de grasa y pelos de gato entre sus teclas, da asco. Es repugnante ver
cómo oprime una y otra vez los números. El sonido de un claxon rompe la rutina
dominical, un perro, de esos que parecen ratas, estuvo a punto de ser
atropellado por un auto blanco que se detuvo frente a la segunda casa de la
cuadra, en su placa veo un número capicúa: 212. Los números siempre me
distraen, he perdido la secuencia de la cinta.
Mi mente se revuelve un poco, trato de encajar el 212
en la rutina del séptimo día, no cuadra. Me frustro, me enfado. No quiero ver
más a través de la ventana, el orden ha sido alterado. No sé qué hacer. Respiro. De pronto el 212
encaja, el número de la cuarta casa hacia la izquierda es el mismo. Puedo
volver a mirar.
Hola mis comentarios y sugerencias:
ResponderEliminar1.- Esta palabra no lleva acento: me levantó, siempre del lado derecho no vaya a tener un mal día. Es me levanto sin.
2.-No entedí muy bien el final del texto el por qué del número 212, pienso que debes hablar un poco mas de esto o ser mas clara.
Me gustó tu texto, esas son mis sugerencias. Saludos
Hola Bere!
ResponderEliminarMe gustó el texto.
Con respecto al primer párrafo: imagino un individuo deprimido, esa es la intención?
O de ser alguien enojado agregaría signos de admiración.
Saludos!
Bere, me sigues impresionado gratamente, me gustó el escrito. Creo es conveniente agregar más datos del narrador, al ser el personaje principal, me parece que conviene poner su casa edad, situación laboral, sentimental, ubicar más el contexto personal de narrador.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola Bere:
ResponderEliminarQue obsesivo. Me quede con ganas de saber más. Tengo muy pocas sugerencias.
1. “Estás paredes”, va sin acento.
2. “me levantó”, habla en presente por lo que no debe ir acentuado.
3. Cambiar la palabra paliativo por algo más coloquial, en caso de que el personaje sea un adolescente. “Veo el reloj que esta junto a los libros contables.” Aquí me surgió la duda, si el personaje ¿es un solterón que tiene algún trabajo contable o es un adolescente solo obsesionado con los números?
Felicidades!
De acuerdo con Ivonne en las sugerencias: tal vez podría no creerte con algunos términos como "lánguido" o "paliativo"; pero también, tal vez, podría ser la clave léxica para enteder al personaje. Ahora bien, debo confesar que me sentí 1,567 veces identificado: entre el simbolismo y la obsesión, me encontré "revuelto", "confundido" y sobre todo: "sorprendido". Fue como verme en un espejo que le come a uno el lóbulo parietal, jejeje. Además, me reí mucho porque me di cuenta que soy muy muy alburero. En fin, no me proyecto más.
EliminarAbrazo y gracias por el texto ;)
El texto va muy bien, doña Bere, pero, como mencionan sus compañeros, falta agregar un poco más de la obsesión de los números en el personaje antes del final. Y, siguiendo con lo sugerido por Conrado, si "lánguido" y "paliativo" son claves, faltaría agregar otras más.
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarEl texto me pareció interesante y creo que logras muy bien la descripción. Como ya lo comentaron, me gustaría saber más sobre el personaje pero sobre todo creo que la historia aun daba para más. Creo que el final fue un poco precipitado.
Saludos.