lunes, 9 de diciembre de 2013

ADRIÁN


Adrián es el segundo de tres hermanos, una linda familia de cinco integrantes.
Los primeros años de su vida todo parecía normal, disfrutaba jugar con su perrita Perdi tenía un trompo con el que podía entretenerse largas horas, y como a muchos niños, le encantaban los videojuegos. Todo parecía normal...

Un día en la escuela la maestra les pidió a los niños que dibujaran un árbol. Adrián se esforzó por hacer un árbol hermoso, dibujó su tronco, cada hoja e incluso puso una ardilla. Algunos de sus compañeros se reían al verlo trabajar, pero el decidió no darle tanta importancia y seguir con su obra de arte. Cuando terminó se lo llevó a la maestra quien asombrada le dijo: "Adrián, ¡que es esto! Yo pedí un árbol normal... O dime Adrian ¿así son los árboles del jardín?" Adrián no entendía nada, pero prefirió no decir nada, ya bastante avergonzado se sentía con todas las risas de sus compañeros.

El tiempo transcurrió y la vida de Adrián parecía normal o tan normal como un niño de 5 años podía suponer. 

Pero algo diferente ocurrió. De nuevo en la escuela, la maestra pidió a los niños que dibujaran una persona. Adrián tomó sus colores y después de hacer el contorno de una figura humana agarró el color carne y empezó, muy feliz, a colorear. Esta vez no tuvo que terminar antes de escuchar la desaprobación de la maestra quien a los pocos minutos de empezada la tarea se acercó a Adrián y le dijo: ¿Que sucede? ¿Por qué no puedes seguir una instrucción tan simple? ¡Dije que dibujaras a una persona, no un extraterrestre! Esta ves Adrián sintió un extraño calor en su rostro y ríos de lágrimas empezaron a salir de sus pequeños ojos.

Ciertamente la maestra no esperaba esa reacción. Así qué se detuvo a pensar un momento y con calma le dijo a Adrián: "¿de qué color es la persona que dibujaste?" Adrián no estaba seguro de querer contestar pero con tal de no hacer enojar más a aquella señora le dijo con una voz muy débil: "piel, como yo". La maestra se quedó pensando de nuevo. Algo parecía no estar bien, pero Adrián no entendía nada.

A la hora de la salida la maestra le pidió a la mamá de Adrián que entrara al salón pues quería hablar con ella. Se tardaron unos minutos. Adrián estaba un poco preocupado, seguía sin entender qué había ocurrido, pero temía que fuera algo realmente grave. Lo único que lo tranquilizaba era la cara siempre alegre de su madre.

Al fin salieron ambas mujeres y con una sonrisa su mamá le dijo al pequeño: "tranquilo, todo va a estar bien. Debemos ir al doctor a checar esos lindos ojitos". Adrián de inmediato se imaginó con unos lentes pues sabía bien que las personas que tenían problemas en sus ojos tenían que usar esos feos armatostes.

A los poco días llevaron a Adrián al oculista, el doctor que se encarga de revisar los ojos. Le mostraron unas laminas con muchos, muchos colores y le pidieron que encontrara algunas figuras pero por más que él se esforzó no logró ver lo que le pedían. Al final el doctor dijo: "tenemos un pequeño que es daltónico". Adrián seguía sin entender pero si el doctor aún sonreía no debía ser tan malo. Le explicaron que las personas daltónicas son aquellas que no distinguen todos los colores por lo que es muy fácil confundir algunos de ellos. No tendría que usar lentes ni es algo que se cure con medicamento. Le dijeron también que el árbol y la persona que había dibujado estaban con otros colores a los que normalmente las personas ven. Ahora entendía la confusión de la maestra y la risa de los compañeros.

Adrián tiene una vida normal... Claro que hay cosas que prefiere no dibujar y algunas veces no sabe ni de que color es la playera que se puso, pero eso no impide que Adrián sea un niño feliz.



4 comentarios:

  1. Hola María, tu historia mantiene el desconcierto sobre qué le pasa al niño, que aunque se reitera que es "normal", esa misma insistencia lleva a que algo no lo es.
    Sugiero para enriquecer el texto, acudir al uso de metáforas o lenguaje más poético.
    Por ejemplo, en el párrafo:
    "Los primeros años de su vida todo parecía normal, disfrutaba jugar con su perrita Perdi tenía un trompo con el que podía entretenerse largas horas, y como a muchos niños, le encantaban los videojuegos. Todo parecía normal..."

    Se podría describir como:
    Durante los primeros años de su vida, el cielo y el fresco pasto no tenían punto de contienda, ambos saturaban sus ojos con el mismo tenor.

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  2. Hola María!
    El texto me gustó, me mantuviste en suspenso, yo creí que el problema de Adrián era sobrenatural.
    "Adrián, ¡que es esto!/ ¿Que sucede?" con acento en qué
    Para quién va dirigido el texto? sobre todo por esta frase: "A los poco días llevaron a Adrián al oculista, el doctor que se encarga de revisar los ojos."
    Saludos!

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  3. Hola, el el primer renglón sugiero que especifiques por qué es un linda familia o bien quitar el linda. La historia mantiene el suspenso, pero creo queda cojo el final, me parece que no supiste como terminarlo. Por otro lado durante la lectura del texto hay frases que sobran como: Los primeros años de su vida todo parecía normal, disfrutaba jugar con su perrita Perdi tenía un trompo.
    Todo parecía normal, por qué todo parecía normal, creo eso sobra, sobre todo porque lo vuelves a poner a finalizar el párrafo.

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  4. Coincido con los comentarios de sus compañeros. Hablar de la "normalidad" en un texto como éste es un arma de doble filo. Más aún si se dice que el niño usa el "color carne" para colorear. ¿Cuál es el "color carne"? Lo "normal", si lo tomamos como la norma o lo más común, en un país como México, sería que el "color carne" fuera un terracota claro, un cafecito, aunque Berol y Prismacolor insistan en que el "color carne" sea un color que es anormal en la piel de los mexicanos.
    Es decir, un texto que pretende ser políticamente correcto (incluyente, tolerante, plural y tururú… pues el daltonismo no impide que el huerco sea feliz), por ese pequeño detalle del "color carne", termina siendo un texto racista. Hay que tener cuidado con los detalles.

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