¡Pinche
vieja, otra vez con sus ondas! De veras que se pasa. A ver, ¿sí o no el pinche
perro no tiene la culpa? Es la vieja maldita que deja al perro chueco ése,
desgraciado madreador de la paz del hogar. Me tiene hasta la madre que el perro
ladre como si lo estuvieran ofreciendo para el Hanukkah. ¡Oye!: es agudo,
molesto, jodido, lastimero. Además, todavía fuera un ladrido de esos de perro
de macho que se respeta, pero no, ni
madres que así sea. Y deja, toda la noche estuvo ladrando así; bueno, mejor
dicho: chillando así. Y ni modo, tengo que seguirle a la chamba. Yo no me gusta
lavar los trastes mientras escucho al puto perro. Bueno, tampoco lavar los
trastes. Lo que sí me gusta es el agua. Me gusta cómo me invade los brazos, las
manos y hasta mi estado de ánimo. Bueno, si supieras que el agua es la única
razón por la que lavo los pinches trastes, no creerías que es por puro amor por
lo que lo hago. Lo bueno es que el fregadero funciona bien. Además parece como
calmante de locos: es todo blanco. Y, como no permito que se quede la mugre de
la grasa ni del polvo que entra a la casa, pues se conserva blanco. Ahora que
deslizo la méndiga fibra con todo y espuma, siento también que lavar los
trastes es pura cuestión de tiempo. Mientras escucho al perro, la espuma se va
y también mi tiempo y también el agua y también yo. Este rito del agua y los
objetos que limpia me gusta por el orden y la contradicción. Por orden he
lavado las cucharas (las pequeñas y soperas), los vasos (de plástico y de
vidrio), los platos. Y ahora las ollas. Las ollas son lo que más me relaja. Ya
hasta me había olvidado del maltés abandonado. Me cae que pinche vieja. Mala
vecina. Pero eso sí, el perro no llega pa’navidad. Le voy a dar su carne y sí
que podrá descansar en paz. Como ya no me da tiempo de secar los trastes y de
acomodarlos, mejor me baño. La ropa no debería de existir, nada más quita el
tiempo para llegar a la regadera. Pinches calcetines pinches zapatos pinches zapatos. Viéndolos bien no
están mal. El azul siempre me ha parecido un color como de intelectual por eso
me encanta. Y mira, no me había dado cuenta de que mis calcetines y mis zapatos
son azules. Ya tengo las uñas medio raras así que a darle. Van quedando una a
una. Mis dedos y mis pies se sienten agradecidos. Con razón tanta madre para
quitarme los zapatos. Ora, no me había fijado en la manchota en mi pierna. Por
eso digo que no debería existir la ropa, así nos daríamos cuenta rápido de qué
anda mal con el cuerpo. Bien decía mi abuela: si tuviera otro cuerpo, viviría
cien años. ¿Pero cómo puedo uno llegar a viejo si se anda tapando el pellejo?
¡Híjole, ya es bien tarde! Ya van dos veces que suena la alarma. Ya, ya: a la
próxima le doy “ignorar”. Tampoco me gusta que la méndiga de la María José se
despierte con la alarma. Aunque, pensándolo bien, ya es muy tarde como para que
se levante la güevona. La regadera está lista, ya van más de treinta minutos
desde que prendí el boiler. Ahora que de todos modos tengo que esperarme porque
primero entro y me voy lavando la cara. Para arriba y dando círculos, que si no
me arrugo. Aquí sí que la grasa es indispensable para que no se cuelgue la
jeta. ¡Qué buena esta crema! Luego luego se va sintiendo cómo se acomoda la
piel, como si la estiraran, como si alguien me rejuveneciera. Otra vez viene el
agua. Y claro que ahora me la dejo. No me seco porque hay que humectar de forma
natural la piel. No mames, si supiera mi vieja todo lo que hago. ¡Y eso que no
he ido a trotar! Abro la caliente mientras cierro el cancel. He cerrado todas
las puertas para que no me vaya a dar un torzón o uno de esos fríos. ¡Pinche
perro!, éste sí es el mejor amigo de la vieja cabrona de la Rubí: ya la pienso
hasta en mi regaderazo. Tengo que sostenerme bien porque no he lavado bien el
piso. Y no vaya ser que ahí vaya la vaca completa a dar el ranazo. Como dice mi
chaparra, ¡ay, mi chaparrita!, me tengo que lavar bien porque luego apesto. Ay,
ay, ay, ¡ya no llego, no llego hasta las rodillas! ¡Cómo no metí el banquito
para que pueda lavarme bien las patas! Lo bueno que soy rápido. ¡Rápido! Ya,
con la toallota que nos compramos en el costco cubro bien todo mi… ¡Mira, mira,
mira, cómo doy de vueltas! Hasta parece que tengo un ula ula en la cintura. Donna
Summer es una chingona. On the radio… and
it made me feel proud when i heard you say you couldn't find the words to say
it yourself. Ay-ay-ay-ay,
me tengo que apurar. Ya va a llegar mi chaparrita y todavía no hay de
desayunar. ¡Estoy hecho un marrano, mira nomás, ni siquiera me queda el
cocodrilito que me compró la chapis!
Pues ya, el pants negro, la playera azul, los tennis con aire y antiderrapantes
con antirreflejante y antidesapestante. Ja, a la chaparra le encabrona que diga
así, pero me vale. Listo. Estas galletas de chocolate emperador están muy
chingonas. Nunca me había tocado una con la tapa al revés. Ya no hay eso de
calidad extrema. ¡Ya parece que me hubieran permitido entregar un informe
malhecho! Esta galleta está chistosa y sabe bien, igual, pues; pero en mis
tiempos me hubieran regresado la pinche galleta. ¡Y ya, carajo, pinche perro!
Me cae que no llega a Navidad.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola Conrado
ResponderEliminarUn placer leer lo que escribes. No puedo negar que tienes una facilidad extraordinaria para expresarte, no solo de manera oral, sino escrita.
Me transportaste a pensar en que más de una vez yo misma he querido matar al perro del vecino, je.
No sé por qué al leerte me transmites una dualidad en los personajes. Anoche volví a leer el desagüe, y me queda muy claro que es el personaje es una mujer, pero como lo comenta Bere esa frase fue la que me hizo dudar, a lo mejor fue un error de dedo y querías decir pendeja.
En este escrito al estar leyendo me imagine una mujer, pero no, el personaje es un vato. ¿Es esto intencional? ¿A quien te imaginas cuando escribes? Eso lo sabré hasta la próxima clase.
1. Por ser sigla Costco es con mayúscula.
2. Si usaras las comillas para diferenciar lo que dice el otro personaje.
Aquí lo encontré un poco confuso. Como dice mi chaparra, ¡ay, mi chaparrita!, me tengo que lavar bien porque luego apesto.
Felicidades, has hecho un ritual del lavado de trastes.
Nos seguimos leyendo.
PS. Fouad Zayat es mi hijo, ayer ataco mi compu y no me di cuenta que el comentario lo habia hecho desde su cuenta google.
Jajajajaja: "atacó mi compu" es suficiente para crear un texto nuevo. Abrazo.
Eliminarimaginé
ResponderEliminarMi siempre querido amigo Conrado, me gusto mucho tu texto, no tengo mucho qué decir, más que estaba haciendo un texto para este ejercicio que lo titulé ¡Pinche vieja! y cuando leí tu texto, tuve que empezar hacer el que subí. Saludos!
ResponderEliminarMi estimado Konrad!
ResponderEliminarDe la primera frase cambiaría ondas por pendejadas.
Abrazos!
Hola me gustó mucho el texto, sólo hay una sugerencia utilizas muchas groserias para el personaje principal y luego este uso un vocabulario mas elaborado y eso confunde un poco bueno en lo personal eso me parece, recomendaría que si usas la groserias el lenguaje sea mas simple y no uses palabras como : lastimero, Hanukkah; que son palabras de una persona con mas cultura o educación y como que las groserias alteran el ritmo del texto.
ResponderEliminarSaludos.
Don Conrado,
ResponderEliminarAhora sí le fallaron algunos acentos, palabras y signos de puntuación. Pero seguro los descubrirá solito releyendo el texto.
Lo que sí es que, a diferencia de los otros, acá sí me faltaron elementos para "amarrar" el texto y que quedara redonda la historia. En resumen, no me pude imaginar del todo bien al personaje: su edad, posición económica, etc… Faltaría agregarle algunos detalles y continuar el texto para que se cierren los elementos que quedan abiertos. También: estaría a todo dar que los ladridos del perro se escuchen aún cuando el vato está en la regadera.